LA DESAPARICIÓN DE LA CORTE/ “¿Cómo construir LA PAZ en México?”
LA
DESAPARICIÓN DE LA CORTE
Ricardo
Guzmán Wolffer
Desde
hace décadas, el ideal de que nuestro país puede ser autosuficiente se ha afianzado,
lo que hace comprensibles los proyectos arancelarios, energéticos, incluso, la propuesta
formal al interior del Poder Legislativo para limitar las facultades constitucionales
de la Suprema Corte de Justicia de la Nación (SCJN). En la mente de los legisladores
subsiste el concepto de un país de tal fortaleza que no depende de ningún otro,
aunque esto nunca ha podido sustentarse. La dependencia económica en temas de
exportación es sólo una muestra. La importancia estratégica en temas políticos
es todavía mayor.
En lo
legal el asunto cambia. En México, al haber firmado diversos tratados
internacionales que regulan y promueven la protección a los derechos humanos, la
Constitución Mexicana dejó de ser el único referente. La facultad de la SCJN para
establecer si nuestro orden jurídico, incluida la Carta Magna, cumple o no con
dichos parámetros, deriva del entendimiento conjunto de todos los tratados
internacionales suscritos por México y de los mecanismos previstos en la propia
Constitución e involucra directamente al Poder Legislativo, de modo que si hoy
la SCJN sigue siendo un órgano de revisión constitucional no es por una
interpretación de la actual configuración de ministros sino por un camino
histórico aprobado legislativamente en decenas de sesiones en las cámaras donde
se aprueban las leyes mexicanas, en las que muchos de los actuales políticos
que hoy apuntan a la SCJN como una invasora de facultades constitucionales,
aprobaron la adhesión de México a la jurisdicción internacional de los tratados
en derechos humanos y de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos para
convertir nuestra Constitución Política, en temas de derechos humanos, en una
ley abierta, inclusiva de tratados internacionales. Si quienes aprobaron la aceptación
de esos tratados para equipararlos a nuestra Constitución desconocían los
alcances de ello, no puede ser imputable a los ministros de la SCJN. Estos
cumplen con la obligación que los legisladores-constituyentes por décadas les
han impuesto.
Si los
legisladores y políticos quieren regresar al ideario de que México es de tal
fortaleza que no necesita participar del funcionamiento jurídico internacional
que establece que la democracia empieza en el respeto a los derechos humanos y
no en procesos electorales funcionales, la solución jurídica no es que se
modifique la constitución para limitar las facultades legales de la SCJN, sino
en apartar a México de todas aquellas obligaciones internacionales suscritas
por nuestro país durante décadas y que nos hacen exigibles las resoluciones de
la Corte Interamericana de Derechos Humanos.
Cuando
los factores reales de poder entiendan que la protección de los derechos
humanos no es sólo un discurso ni una moda para sonreír ante las cámaras
internacionales, sino una realidad que permea en todas las leyes nacionales y
en las facultades de todas las autoridades mexicanas, hoy obligadas a proteger
los derechos humanos en todas sus facetas, iniciativas como ésta de limitar las
competencias legales de la SCJN caerán por su propio peso. A menos que la
intención sea apartar de facto la suscripción de nuestro país en todos los
tratados internacionales de derechos humanos que hoy nos distinguen como un
referente democrático mundial.
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“¿Cómo
construir LA PAZ en México?” escrito por integrantes del altruista Grupo Puebla,
coordinado por el investigador Erick Gómez Tagle López (Ediciones Flores) contiene
ensayos de especialistas sobre aspectos específicos de la violencia. La prevención
de violencia se analiza desde los valores y la educación, por ejemplo. La
importancia de los grupos indígenas y la necesidad de identificar cadáveres son
enfocados a lograr la paz. Incluso se establece que vivir en paz es un derecho
biocultural exigible. Se propone cambiar el discurso de ira para normalizar la
paz como conciencia. Gómez Tagle nos recuerda que, entre tan violencia, hay
población anhelante de recuperar nuestra humanidad, incluso la de los
delincuentes; que “ideas como soberanía” se ha superado en tanto monismo
jurídico “en pro del pluralismo”, porque “pierde referencias ideológicas, como
la idea clásica de fronteras nacionales”.
Un acierto
editorial de lectura impostergable.
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