PARECE QUE EL ENEMIGO ES EL DEBIDO PROCESO/ reseña "Memorias. Los supremos de la Corte” de Genaro David Góngora Pimentel
PARECE QUE EL ENEMIGO ES EL DEBIDO PROCESO
Ricardo Guzmán Wolffer
Los señalamientos en contra de
los jueces penales federales son cíclicos. Cada tanto se inculpa a los juzgadores
de los pocos resultados en la procuración de justicia; según la fuente, la
impunidad llega al 98%. Ahora ha tocado el turno al secretario de Marina. Más
de allá de establecer las facultades legales de investigación de delitos que
pudiera tener la Secretaría de Marina (la Ley Orgánica respectiva limita la
procuración de justicia al interior de la propia Secretaría) y la peculiar
apropiación anímica de las actividades propias de la Fiscalía General de la República
como la investigación delictiva y la consignación de una carpeta de
investigación para que el juez federal respectivo establezca la posibilidad de
dictar una orden de aprehensión, lo cierto es que el enemigo no es el juez que
pone en libertad a un presunto delincuente. El juzgador tiene la obligación de
verificar que las actuaciones prejudiciales cumplan con los requisitos de ley
para que pueda darse la garantía de debido proceso.
Los
niveles de impunidad pueden dividirse en los delitos que no se investigan por
omisiones ministeriales; los que ni siquiera se denuncian; y los que se
consignan, pero no se condena al procesado. Estos últimos son un porcentaje
menor. Muchos de estos delitos no se castigan por la indebida integración de la
carpeta de investigación. Esto no es imputable al juez. A la Secretaría de
Marina, el reglamento interior de la propia Secretaría en su artículo 30
fracción IV inciso b. sólo le permite la detención (con las formalidad de ley,
se entiende) para poner ante la autoridad competente a las personas y objetos
relacionados con una probable comisión delictiva.
La
presunción de inocencia implica, entre otros aspectos, que se le dé debido
proceso a todo inculpado. Si se espera que todas las consignaciones terminen en
procesos y sentencias condenatorias, claramente se elimina esa presunción. La
dificultad de integrar una carpeta de investigación no es menor. Muchas pueden
tener cientos de tomos, miles de pruebas, pero si no es elaborada debidamente
no habrá juez que abra siquiera el proceso.
Los
beneficiados de tal actuar procesal no son los delincuentes que volverán a ser puestos
bajo investigación cuando se integren debidamente las carpetas respectivas, si
no los inocentes que indebidamente fueron detenidos. El Estado de Derecho
obliga a todos los integrantes a hacer su labor.
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“Memorias. Los supremos de la
Corte” de Genaro David Góngora Pimentel (Edit. Porrúa) no sólo contiene las
memorias personales de uno de los presidentes de la Suprema Corte de Justicia
de la Nación más controvertidos de la historia reciente en México, también es
una fuente histórica del quehacer judicial en México.
Que
viviera en Ensenada cuando sólo había un abogado, hoy nos parece tan lejano
ante el notable desarrollo de esta ciudad; que como juez tuviera que lidiar con
casi un juzgado donde no había un hombre justo, apenas se cree hoy; que el
cónsul norteamericano le sugiriera no estar en la ciudad donde fungía como
magistrado para no ser relacionado con las orgías que hacían los otros
magistrados, suena demasiado escandaloso; su lucha con eminentes
jurisconsultos, como Ignacio Burgoa, quien hacía votos particulares a los
ministros para su provecho personal, y quien en su momento criticó una de las
principales aportaciones del ministro Góngora (la apariencia del buen derecho)
para resolver la suspensión en los juicios de amparo indirecto. Al final de su
vida, dice el autor, Burgoa admitió su “único error”.
La
forma en que antes se escogía a jueces y magistrados se antoja impensable hoy,
cuando la carrera judicial inicia con concursos de méritos desde la labor de
oficial judicial (el escalafón más bajo de la carrera judicial)
Llama
la atención que, a pesar de la pluma crítica e irónica, capaz de burlarse de la
apariencia “nacionalista” de uno de los magistrados administrativos más
respetados de su generación, no hiciera mayor enfoque de los temas que hoy son
motivo de revisión continua al interior del Consejo de la Judicatura Federal:
el nepotismo y la carrera judicial desde sus inicios.
Un
libro propicio para el anecdotario sin tapujos, una mirada inteligente, una
muestra de la mucha información que debe guardar en otro tomo, en espera de
pasar la autocensura de una de las mentes más brillantes que ha transitado por
el poder judicial en México.
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