COVID Y TRASTORNOS MENTALES
Ricardo Ham
El encierro aísla al individuo haciéndolo vulnerable. La depresión, el desempleo y los problemas económicos generan estrés. Tal situación motivará lo que Bauman llama “temor a la catástrofe personal”, en la que el miedo refleja impotencia y temores ante la pérdida de seguridad.
El Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI) indica que el 66.9% de la población es depresiva; los pensamientos negativos y la falta de autoestima son factores de riesgo que favorecen el avance de la depresión y conducen al suicidio.
El INEGI encuentra como causas del suicidio las dificultades económicas, situaciones amorosas y las enfermedades mentales; en 1990 se registraron 1941 suicidios, para 2018 la cifra aumentó hasta 6808, más del 300%.
El Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología (CONACYT) publicó que el 90% de los suicidios se relacionan con condiciones de salud mental. El método más empleado es el ahorcamiento, luego el disparo de arma de fuego, el envenenamiento y saltar desde un sitio alto. Los hombres atentan más contra sí. Las mujeres realizan más intentos de suicidio, con métodos menos drásticos.
El Estado debe observar la salud mental de la población bajo las condiciones actuales de aislamiento. El Sector Salud cuenta con 50 psiquiátricos operando, pero, por la reclusión, pocos recurrirán a éstos.
El Estado debe atender los trastornos derivados del encierro y la incertidumbre. Una opción es generar líneas de atención telefónica, brigadas, espacios comunitarios donde diagnostiquen la salud mental de la ciudadanía y canalicen a centros especializados para evitar que a la pandemia se sume una crisis de enfermedades mentales.
Las secuelas de los trastornos mentales como: enfermedades por estrés, claustrofobia, agorafobia, suicidios, síndrome de amok, entre otros, pueden traer consecuencias funestas para la sociedad en la nueva cotidianidad que vendrá: en el día a día se confrontarán nuevos miedos y pocas explicaciones, a menos que el gobierno y las instituciones de salud agudicen la mirada  y atiendan desde ahora las nuevas necesidades de bienestar mental de las personas.
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“Derecho y literatura” Coordinado por Oscar Enrique Torres, Edit. Libitum. México es una disección profunda de esta disciplina simbiótica. Bajo plumas notables como Manuel de J. Jiménez, François Ost, José Ramón Narváez y otros, este compendio presenta acercamientos novedosos para comprender la causa de que esta disciplina cruzada de derecho y literatura sea una materia universitaria en casi todo el mundo.
            Más que por un evidente aspecto didáctico, el derecho en, de, cómo y por la literatura llega a la convergencia de imaginarios complementarios. Desde la filosofía del derecho del Marqués de Sade, pasando por Don Quijote y en alcance, incluso, de la leyenda maya de “la justicia del rey Xocbitum”, entre otros, los ensayos de inmejorable calidad evidencian que esta materia binaria tiene un trasfondo que va más allá de lo académico, lo procesal y lo conceptual. Nociones como el uso del derecho para vengar al ofendido, el nacionalismo del derecho natural, la educación como proceso interno libertario al grado de no reconocer ningún límite son algunos de los temas tratados.
            Un libro prodigioso cuya lectura asombrará incluso a quienes están relacionados con esta temática jurídico-literaria.


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