En noviembre
pasado, cambió la directiva en la Asociación Nacional de Magistrados de Circuito
y Jueces de Distrito del Poder Judicial de la Federación, luego de una notable
y eficaz dirección por parte del Magistrado Luis Vega Ramírez, quien llevó a
esa Asociación a realizar pronunciamientos y actos públicos nunca vistos para
mostrar la relevancia de este gremio, denostado por unos y reconocido por
otros.
El nuevo
director, el magistrado Ariel Alberto Rojas Caballero, de amplia trayectoria y
con reconocimiento nacional, expresó la necesidad de publicitar las constantes
acciones de jueces y magistrados en favor de los derechos humanos y el Estado
de Derecho.
La experiencia
de resolver miles de asuntos al año da a tales funcionarios una perspectiva de
la problemática social que debe compartirse con la sociedad y las demás áreas
de gobierno.
Precisó: “la
Asociación es la única instancia general con la que contamos para hacer
realidad el punto noveno de los Principios Básicos relativos a la Independencia
de la Judicatura, aprobados por la Asamblea General de la Organización de las
Naciones Unidas en 1985”.
Esta directiva
tiene un año para continuar con la gran labor del magistrado Vega. Durante su
dirección se dio una apertura mediática del gremio, impensada hace unas
décadas, con lo que debe replantearse el papel social del juzgador: ¿es una
entidad técnica o debe privilegiar el alcance social de sus resoluciones? ¿Sus
sentencias deben seguir las políticas públicas de leyes y decretos, o pueden
ser una tercera visión del estado mexicano, ajena a los poderes legislativo y
ejecutivo? Un verdadero estado de derecho no existe sin juzgadores
independientes. Rojas y sus colaboradores insistieron en la voluntad de los
propios funcionarios de desterrar la corrupción. Sociedad y gobierno estarán
atentos.
La necesidad
de publicitar la debida impartición de justicia parece chocar con la
posibilidad de que los juzgadores sean actores sociales directivos: el reto de
Rojas y demás directivos no es menor.
Diciembre y sus señalamientos
Si el fin de
año conlleva la aspiración de mejorar en el siguiente ciclo, los enigmas de la
transición pueden ser resueltos con las máximas populares o literarias.
Si “Guía para
desconcertados” de Esther Charabati (Edit. Adarve) plantea las preguntas
reiteradas sobre la vida en todas las latitudes y tiempos, el “Diccionario de
citas” de Gerardo Mendive (Edit. Lectorum) da algunas respuestas, muchas
inobjetables.
Ante el
asombro de la literatura y la femineidad encapsulada en Anaïs Nin o Simone,
Borges contestaría: “tenía entendido que sólo había buena y mala literatura.
Eso de ‘literatura comprometida’ me suena lo mismo que ‘equitación
protestante’”.
Ante la
envidia de lo cercano, lo familiar “que despiertan nuestros demonios y nos
vuelven odiosos”, Octavio Paz diría: “mato de hambre al amor, para que devore
lo que encuentre”.
Ante el decembrino
deseo de integración familiar, el análisis de Charabati abruma: “La publicidad,
ciertos padres y una sociedad que estimula el narcisismo nos han inculcado que
merecemos todo, no sólo las cualidades, sino también la respuesta de los demás
ante ellas: amistad, amor deseo y un trato especial”. A lo que Álvaro Mutis
podría decir: “Que te acoja la muerte/ con todos tus sueños intactos”
Inevitable
Monsivais: “¿Quién es uno para juzgar? Bastante sufro como para quedarme sin
opiniones sobre lo que veo y oigo”.
Dos eficaces
libros para evidenciar que la condición humana esencial apenas se ha modificado
con el paso de los siglos.
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